miércoles, 2 de enero de 2008

Obispos y frustrados.

Hace mucho tiempo que descubrí el placer e imagino que lo descubrí como muchos. El placer en su máxima extensión: el físico, el psicológico y el lógico; descubres el placer como antónimo del sufrimiento.
Hoy, gracias a un obispo, toca hablar del placer sexual.

Era un joven joven aún, estudiaba en los jesuitas, a quienes debo el haber sabido elegir un profesorado laico excepcional que sabía formar alumnos en conocimiento y valores, que enseñaba a descubrir y a pensar por uno mismo; así, a edad más adulta, fui capaz de percibir la diferencia entre el cristianismo y el engendro montado por la iglesia católica durante siglos y empecé a no comprender el porqué del empecinamiento católico en alabar el sufrimiento y en convertir el placer sexual en sinónimo de lo prohibido, en pecado capital, hasta mortal; igual que los juristas sostienen que el pensamiento no delinque, los seguidores vaticanos condenan éste por muy humano y lógico que sea. El emporio eclesiástico lleva siglos obligando al ser humano, mediante la coacción del diablo y los infiernos, a tener comportamientos anti-natura o al menos a renunciar a parte de la esencia animal del ser humano; esa es y ha sido mi percepción.

Así, cuando a temprana edad, el cura me preguntaba oculto tras el confesionario si me tocaba, sentía cierta frustración y respondía a veces que sí y a veces que no, según antojo, sin saber qué había querido preguntarme áquel. Con el paso del tiempo y tras afianzar algunas infantiles amistades, después de haber cumplido innumerables penitencias de castigo, por pecador, empecé a comprender muy bien, gracias a algún dios, a qué se refería el sacerdote con aquello del tocarse.

Presetando el pecado capital, lograron que un servidor descubriese el sexo, así conocí una curiosidad y un deseo que hoy aún perduran, nobleza obliga a mostrarse agradecido entonces, sobre todo a aquellos curas que confesaban ante pequeños de diez u once años sus frustraciones terrenales, demostrando así que su fe no llenaba los vacíos que en la esencia humana crea la doctrina católica y su absurda y torturadora visión de la abstinencia sexual, del sexo en esencia.

Con el tiempo he recordado también al padre Elezkano que nos impartía clase de pretecnología, obligándonos a asistir a sus clases en ropa deportiva y a quien jamás agradeceré haber posando su adulta mano en mi culo infante dos segundos por semana; hecho que, por ingenuo, no llegó a causarme trauma alguno que se sepa y que jamás relacioné con la pregunta que él mismo me hacía los días de misa lectiva antes de imponerme la penitencia oportuna. Entre que la tenía tomada mucho más con otros culos imberbes que con el de un servidor y que aquello conmigo jamás llegó a más (espero que al igual que con el resto de compañeros), entre partidos de fútbol, campeonatos, veranos y demás episodios de una vida infantil afortunada, jamás pasó de ser una anécdota que he decidido contar y que compartíamos muchos alumnos -todos, que le mirábamos con desgana, desconfianza y asco.

Aunque tal vez, como afirma ante sus fieles el obispo de Tenerife, su eminentísimo Bernardo Álvarez, éramos jóvenes que deseábamos el abuso e incluso lo provocábamos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los Obispos tienen un problema (José Antonio Zarzalejos Nieto dixit)

Anónimo dijo...

Tu paisano de Guecho, dixit