viernes, 28 de septiembre de 2007

Ya no hay veracidad informativa

Como es públicamente conocido el pasado día 26 de septiembre salió a los kioskos (y a la red) un nuevo diario. De izquierdas, dicen y bendecido por ZP. Desde que la información quedó relegada a la opinión (se informa según se opina), la lucha por el control de los medios ha sido feroz hasta llegar a la situación actual en la que se sabe muy bien qué medios están con quien, quienes apoyan, aplauden y hacen propaganda de las diferentes reformas, leyes y medidas que se promulgan desde el Gobierno y quienes, desde las ondas, el papel o un monitor de ordenador ejercen de auténtica oposición, hasta el punto de que, en ambos casos, vale más lo publicado que la palabra de un político.

Existen ya medios que se presentan sin ánimo de engaño, lo que es justo significar, como “Noticias y opinión en la red”. La negrita, vaya por delante, no es mía sino de ellos. En su página principal de la edición de hoy hay 9 enlaces a diferentes noticias, 2 editoriales y 14 artículos de opinión. Ello, siendo llamativo, no necesariamente debiera constituir motivo alguno de crítica. Un par de editoriales pueden muy bien sensibilizar diferentes formas de entender un mismo hecho noticiable y catorce opinadotes ser un síntoma de pluralidad y veracidad informativa; un argumento fantástico para que lectores de cualquier ideología hiciesen click diariamente sobre el enlace que les llevase al paraíso… ¿informativo?

La realidad es que las noticias, pocas, se redactan desde una única visión, sesgada ideológicamente, enfatizando frases sacadas de contexto u ofreciendo argumentos en contra del hecho en sí; no es necesario ojear una de las editoriales para saber muy bien qué se está leyendo. Los firmantes de los 14 artículos de opinión son presentados como ciudadanos ejemplares, como apóstoles serviles que entonan (desafinando para muchos) la misma cantinela.

Sirva este significativo ejemplo para entender el momento en que se encuentra la información en el estado español. No se sabe si las distintas empresas de comunicación montan tanto circo por el afán nada escrupuloso de ganar dinero –en la televisión lo friky y el escándalo apolítico venden más que la calidad, tampoco se sabe si son controladas por los partidos políticos como parte de su aparato propagandístico (que no publicitario, no confundir publicidad con propaganda), ni se sabe, lo que de ser cierto sería infinitamente peor, si son ellas las que controlan a los partidos y a sus políticos.

En cualquier caso se echan de menos auténticos medios comprometidos con la noticia y surgen, no digo que sea el caso del nuevo diario (habrá que darles 100 días), medios generadores de opinión e incluso de ideología. Triste panorama en un lugar donde algunos dicen que viven en auténtica democracia.

martes, 18 de septiembre de 2007

¡ Hipócrita !

Según la Real Academia de la Lengua, hipócrita es aquel “que actúa con hipocresía”, que según la propia RAE no es sino el “fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”. Sinónimos que figuran en distintos diccionarios (incluido el del procesador con el que redacto estas líneas) son: mentiroso, embaucador, malicioso, farsante y otros muchos. De todo lo cual deduzco que un hipócrita actúa siempre con conocimiento de causa; de que su causa es más bien maliciosa o falsa.

Leo en un medio opinante (“Que opina” según la RAE) que no informante, literalmente lo siguiente: El ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, consideró este lunes difícil que se cumpla la Ley de Banderas. Según dijo, la ausencia de la enseña nacional en instituciones del País Vasco, Navarra y Cataluña "ocurre ahora, ha ocurrido antes y va a ocurrir" en el futuro. Desde el PP, Ángel Acebes calificó de "enorme gravedad" las declaraciones del ministro en las que, a su juicio, "renuncia" a cumplir la ley en un clima donde el "desafío nacionalista es importante".

Soy ciudadano vasco (sentimental y residencialmente hablando) por lo que espero del lector que me presuponga cierto conocimiento de primera mano de la vida social –que no política, no aspiro a tanto, de Euskadi; y no puedo sino afirmar, esta vez sin entrecomillado, que la ausencia de la bandera española en edificios oficiales ocurre ahora, ha ocurrido antes y va a ocurrir en el futuro. Motivo: simple y llanamente porque así lo desean los representantes políticos de esta sociedad, la vasca, que no reclama, salvo minoritariamente, que tal o cual bandera ondee en tal o cual edificio, y menos aún si la tela es rojo y gualda (RAE: Amarillo, del color de la flor de la gualda.).

¡Viva la democracia!

Acebes tacha de “enorme gravedad” unos hechos a los él desde su ministerio de interior y desde un gobierno de 8 años no prestó la más mínima atención y si lo hizo fue en búsqueda de réditos electorales –como en la actualidad- y no con la finalidad de atajar ese grave problema que tiene su España (que digo yo que debe ser gravísimo que en el ayuntamiento de Larrabasterra, por poner un ejemplo, no ondee la bandera nacional). Él lo sabe y ha realizado sus acusaciones, incluida petición de dimisión, contra el ministro con auténtico conocimiento de causa (recuérdese el primer párrafo del presente artículo). El ministro, el actual, dando una impresión de una inteligencia infinitamente superior, primero no ha ocultado la realidad al pueblo (“ocurre, ha ocurrido y va a ocurrir”) guste o no guste; y segundo, le ha respondido finamente: "¿Pero cómo va a pedir Angelito mi dimisión si somos paisanos?", que traducida la ironía viene a significar que si Acebes no presentó su dimisión después de que durante sus años de gobierno en cientos de edificios oficiales vascos se ignorase la enseña nacional española, tampoco lo va a hacer él.

P.D.: Me llama poderosamente la atención la existencia de debates estériles que, como el suscrito, no hacen sino desviar la atención sobre el que es el auténtico problema, de marcado carácter político y social, que tiene el Estado español que cuenta entre sus ciudadanos a una minoría de millones de ciudadanos que no se sienten partícipes de la unidad patria y que aspiran a tener su propio estado soberano (sí, léase bien: millones, que no son sino la suma de cientos de miles de vascos, catalanes, gallegos y otros miles). Esa es la real naturaleza del problema y aún espero, llevo esperando 25 años, que políticos maduros renuncien al lastre del electoralismo y cojan el toro por los cuernos, metáfora muy española que bien viene al caso.

lunes, 17 de septiembre de 2007

guerra de banderas

Valga por delante que soy poco amigo de los símbolos, sobre todo de aquellos que se hacen más importantes que las propias personas; quiero decir que, si la necesidad apremiase, no dudaría en usar como papel higiénico la propia constitución o una tela de cualesquiera colores abanderados, algo que sin duda para muchos es un sacrilegio. En este siglo XXI en el que los estados (nación o plurinacionales) están por encima del individuo, digan lo que digan, y en el que la ética y la moral se dictan cada día más desde los mundos mediáticos y no desde las universidades (por algo cada día somos más tontos) parece que una bandera lo es todo. Sobre todo si es la nacional, de cada uno, imagino.
Recientemente y cada cual que explique las causas que llevaron a esta situación como mejor convenga, en un pueblo de esos sitos en la Euskadi profunda, una mujer española ha sido elegida alcaldesa de un pueblo vasco de 600 habitantes. No está nada mal para 27 votos que obtuvo la electa. Pero: ¿cuál es el sentir abrumadoramente mayoritario de los ciudadanos del citado pueblo? Es evidente que muy españoles que digamos no se sienten y aunque se les pueda obligar a serlo (españoles, se entiende) lo que jamás se podrá hacer es obligarles a sentirlo.
Imaginemos que a los ultrasur del Real Madrid se les cuela un presidente de los Boixos Nois, todo ello de forma y manera completamente legal. Y a este catalán, que como no puede ser de otra manera ama hasta la última gota de su sangre fanática al club blaugrana a la par que daría su vida por él, se le ocurre exhibir una enseña del barça en uno de los fondos del Bernabeu entre, digamos, unos 600 hinchas del Madrid. Sabemos, y hasta entendemos, los insultos y la amenazas que recibiría y los que jamás recibirá de haberse abstenido, cuanto menos, de exhibir la banderita de marrás. Seguro que a muchos madridistas no les costaba llevar hasta la crucifixión –verbal, se entiende, al hincha catalán. O viceversa, si damos la vuelta al caso.
Según recoge el País en un artículo de Vera Gutiérrez y que como muchos otros no me creo, la alcaldesa, en referencia al Gobierno Vasco, ha manifestado que “para ellos soy una gente que crispa”, igual que el abanderado catalán en medio del Bernabeu, pienso yo.
Se llevan más de 25 años de constitución en los que en una mayoría abrumadora de los pueblos de Euskadi no se exhibe la bandera española o se limita su exhibición únicamente a momentos puntuales y protocolarios (Aste Nagusia). Los ayuntamientos que sí la exhiben corresponden a aquellos cuyos alcaldes son bien del PSOE (los más) o bien del PP (los casicero), que son cuantitativamente minoritarios (en el caso de Euskadi no más de 15 localidades). Esa es la realidad de los Ayuntamiento vascos, le pese al demócrata que le pese, siendo duro tener que expresarse así.
Pero como en política vale todo y más si cualquier tontada viene avalada por uno de esos medios opinativos, y como en el fútbol también, hete aquí que el boixo es el héroe y los 600 aficionados merengues unos malnacidos, tal y como reflejarán las hordas mediáticas catalanas que querrán convencernos de que la actitud de éste, encima, es de una ética incuestionable.
En Euskadi el verano ha transcurrido con cierta apariencia de tranquilidad . Aparente porque cuando una banda de asesinos anda suelta, independientemente de la excusa que utilicen para cometer sus viles crímenes, el sosiego sólo es eso, aparente.

Menos mal que llegó la alcaldesa y nos sacó del letargo ¡Cómo se echan de menos aquellos tiempos en que si una bandera no ondeaba en tal o cual ayuntamiento vasco, llegaba el Sr Aznar con su ejército y la izaba más alta y más grande! Él y los suyos sí que entienden de guerras.

sobre los antidemócratas

Suele ocurrir, así tengo subjetivamente por constatado, que cuanto más antidemócrata es uno, más se autoproclama demócrata; no es de extrañar por ello que muchos políticos u opinadores –de ahí no pasan-, comiencen sus proclamas con palabras mágicas como: “nosotros, los demócratas…” (dime de qué presumes y te diré de qué careces).
Leyendo cada mañana cierta prensa que se auto-proclama liberal –siempre desde su propia definición del ser liberal aunque del contenido de sus proclamas se muestren en muchos casos a años luz de la mismísima Pepa-, estoy empezando a conocer, por sus palabras que no por sus hechos, a un tal Álvaro Vermoet quien no sólo es articulista sino, además o a pesar de, presidente nacional de la UDE (Unión Democrática de Estudiantes que se autoproclama en su página web “principal organización de estudiantes de España”, ¿?). Cabe citar, en este punto, que en dicha web los tres primeros enlaces apuntan a páginas del diario libertad digital, incluyendo el de una entrevista que, supuestamente, Federico de España y España realizó al ínclito Alvarito (que dicho así suena mejor). Este tipo de entrevistas, que debe proporcionarles a ambos la misma satisfacción que a dos personas del mismo sexo una masturbación mutua, no son sino muestras de las arenas movedizas en las que algunos se mueven.
Pero volvamos con Alvarito - evitaré lllamarte Tito para no darle nuevos argumentos pro-valcanización-, en su último exabrupto, así como en la propia web de estudiantes, se manifiesta claramente a favor de una enseñanza común de Historia, Literatura y Geografía en todos los centros educativos repartidos por la piel de toro. Quiero pensar que para asegurar un correcto adictronamiento, las asignaturas serán impartidas por ordenadores personales debidamente programados con la única verdad y la única realidad histórica, esa que sólo ellos conocen: el pensamiento único.
Va más allá en uno de sus últimos artículos y sin despeinarse (suponemos que dada su veteranía y experiencia tiene muchas lecciones que dar) arremete contra un idem llamado Sanz, presidente del Gobierno navarro a pesar de muchos, al que muestra el camino de cómo combatir al nacionalismo periférico (curioso adjetivo si el todo es España): “Se le responde con la idea de España, una Nación que no se basa ni en etnias, ni en razas, ni en territorios, ni en lenguas, ni en tribus, sino en la suma de las voluntades de todos los españoles, libres e iguales; un espacio de libertades sin ningún proyecto colectivista, sin la pretensión de construir nada por encima de las personas”.
Resulta cuando menos curioso simplemente suponer que en la idea de España, en su origen y gestación y se mire por donde se mire – o cuente la historia quien la cuente-, no tienen nada que ver la raza, ni los territorios (ni los conquistados, ni los reconquistados. ¿Acaso España está alojada en internet?), ni siquiera las lenguas (¿la española tampoco?). No, resulta que ahora la patria es la suma de voluntades de individuos libres “sin ningún proyecto colectivista” (debemos entonces suponer que España es un proyecto privado, al muy estilo liberal) y “sin la pretensión de construir nada por encima de las personas”. Me pregunto si la propia España está construida o no por encima de las personas aunque estás sean un par de pares de millones. Me pregunto si por personas se refiere a ciudadanos o a un ente más abstracto. Me pregunto si la Constitución está por encima de las personas. Me pregunto por encima de cuántas personas es legítimo construir un Estado. Me pregunto si la nación sabe de las voluntades de sus ciudadanos, si acaso se les ha preguntado, libres, si quieren formar parte de ella.
Los antidemócratas, a parte de querer imponer su idea de España como proyecto colectivista, no están dispuestos a escuchar, libres los unos y los otros, a sus ciudadanos, pueblo a pueblo y respetar lo que decidan. Propietarios y predicadores del pensamiento único (cuando todo el mundo piensa igual es que nadie piensa mucho) imponen desde sus púlpitos la idea de una única España, una única forma de entenderla, una única forma de verla, incluso de quererla, imposición que, dictan sentencia, la avalan los casi 10 millones de votantes del PP (de un total de 44 millones de ciudadanos, por cierto) y sin ningún respeto sino más bien con desprecio y burlas –ingenuidad para muchos, doctrina practicante para otros (lo de las burlas)-, arremeten contra los otros muchos españoles con propias y legítimas ideas y pensamientos libres de qué es y cómo debe ser España.
A los que no nos consideramos españoles, incluso a aquellos que pensamos que España es rica y hermosa, que sus gentes merecen mucho la pena y mucho respeto piensen como piensen y que entendemos que un español esté bien orgulloso de serlo y de arroparse con su bandera si así lo desea, nos vendían la idea de que grande era aquel estado que permite la existencia de partidos políticos independentistas; llegan a más algunos, los más osados, afirmando que ello es ejemplo de auténtica democracia porque esa gran permisividad (habrá que dar las gracias) es suficiente para que todos nos sintamos cómodos en España; a partir de ahí oídos sordos porque no quieren hablar más del asunto. Y a no quejarse.
Otros, al contrario, consideran que formamos parte de “la suma de voluntades de todos los españoles, libres e iguales”, por real definición. Y si a alguno de esos españoles, representante democrático de una parte de estos, se le ocurre siquiera dar la palabra al pueblo –o el voto, que es lo que se da- para que se pronuncie al respecto, se le envía directamente a la cárcel.
Colorario: a los unos hay que darles gracias por dejarnos existir; de los otros habrá de cuidarnos el mismo dios que cuidó de Franco y de su patria.