Aclaro: reniego de patrias y de banderas. No de la ideología (la mía), ni del concepto de democracia como sistema libre de organización o gobierno que no por definición ha de ser el único sistema, ni el mejor. Existen quienes se definen como “nosotros los demócratas” mientras erguidos sobre sus patas traseras practican en contra de la separación, la integración de unos poderes en otros. No me incluyo entre aquellos que se apropian de tal condición (dime de qué presumes y te diré de qué careces) y continúo, si acaso dando las gracias por mi político existir. No por ser yo, obviamente, sí porque durante estas líneas sigo siéndolo, constatado que en este estado constitucional que se dice de derecho y democrático, el PSOE y el PP se han convertido en el propio sistema que protegen con la ley creyéndose garantes de unos principios que, por lo que a mí respecta, pueden comerse con patatas, por más que los publiciten y propaguen de la mano del cuarto poder. O por más que comulgar con ciertos dogmas sea lo políticamente correcto; aunque éticamente lamentable.
Porque muchos de sus propios principios “para” el Estado les alejan de una concepción democrática del propio Estado, sin que nadie se apure lo más mínimo. Qué triste. Aprovecho la ocasión para enviar un saludo a los nuevos miembros del Consejo General del Poder Judicial, antes políticos que juristas.
Existen otros principios más particulares y partidistas: los del PP, por ejemplo, que detesto (ese liberalismo económico y social que en aras de una supuesta libertad individual permite forrarse a costa del prójimo, da igual que éste tenga hambre, importando más bien nada que acaparar libremente produzca unos desajustes sociales de escándalo; todo ello aderezado con un catolicismo arcaico, atroz, irracional, cruel e injusto, convirtiéndose el todo en un auténtico esperpento, como diría Jesucristo si levantara la cabeza y se viera viajando en lo ideológico con semejantes compañeros), o los del PSOE que no puedo detestar porque los desconozco.
El PP ni engaña ni sorprende, aunque en ocasiones prefiera otorgar callando ante lo poco popular –digo electoral, de su auténtico sentir, o de lo mucho que se divorcian sus dirigentes. Ello les honra; lástima que crean tanto en el poder del dinero. O sólo en las personas con poder y dinero, que es lo mismo.
Me desconcierta sobre manera este PSOE, a la siniestra de los populares.
Recuerdo el pasado reciente, mientras hombres y mujeres socialistas corrían frente a los grises, pancarta en mano, luchando por avances democráticos como “la república”, “la amnistía”, “la autodeterminación”, “la igualdad” o “la libertad”, sus clases dirigentes pactaban lo contrario con franquistas, cardenales y militares, olvidando sus principios irrenunciables y legitimando su sistema.
Buscando documentación sobre el socialismo, por ejemplo, si uno accede a su página web descubre que sus “ideas y valores” son las resoluciones políticas de su 37 y último congreso. Y es que los principios ideológicos del PSOE del siglo XXI se reducen a una sencilla lista de demandas más o menos sociales. Y más o menos justas. Y hasta ahí puedo leer. La libertad, la democracia, la autodeterminación, la igualdad y la justicia, o la República, hace tiempo que son palabras vacías en el PSOE, no sé si también en el socialismo español. No sirve de excusa la tan alabada transición, por pactada. El pacto exige renuncia. Ahora que tanto se suspira por la Memoria Histórica podría alguien recordar a los políticos socialistas que pactar no es renegar de por vida de los principios por más que en el primer intento no se reflejaran en la norma acordada. O en el segundo, o en el tercero… Se puede pactar una monarquía parlamentaria en función de las circunstancias, admitamos pulpo como animal de compañía, pero no por ello renunciar ni dejar en el fondo de un polvoriento cajón, junto al ideal de una democracia más justa, la histórica demanda socialista de la República. Hoy al contrario, se mantiene aupada de por vida, por ley y por encima del ideal de igualdad socialista, a cierta familia que mientras tanto se enriquece.
Porque el socialismo era, en origen, algo distinto: una ilusión por la igualdad jurídico y política de todos los entes sociales, por el reparto de la riqueza, por evitar que pocos acaparen mucho, por cuidar de la clase obrera y del más débil, era regular las huelgas y combatir contra las consecuencias sociales tan desastrosas que suponía entregar el poder al capital. Y sobre todo el socialismo lo que nunca fue es conservadurismo, acatamiento y sometimiento de los propios ideales.
Hoy en día el capital tiene el poder y el mundo es aún más injusto (hay más ricos y más pobres); a la par la ideología socialista dormita cómodamente sin pelea cuando más sentido debiera tener. Han renunciado al estado socialista, o más socialista al menos, y se han abrazado a “la ley y al capital” por encima de las personas y la igualdad. Eso es lo que gestiona el PSOE del siglo XXI.
En el terreno económico suben un pelo los impuestos y promueven, tal vez, más gasto social, pero son más de lo mismo no dudando en someterse al intervencionismo capitalista proveniente de la vieja Europa, donde al contrario que otros partidos socialistas europeos que se posicionaron en contra por principios, hasta conseguir detener al menos por el momento la articulación de una Europa de/en manos del capital, los socialistas del PSOE apoyaron el proyecto no por socialista sino como ley garante del sistema, importando poco los principios a los que renunciaran (posiblemente porque están ya olvidados).
Siguen sin acordarse del 0,7% del PIB que iban a destinar a ayudar a los más desfavorecidos del planeta.
Esperpéntico fue también que un socialista quisiera aupar a un franquista a la Lehendakaritza. Se mire por donde se mire, no tiene socialista justificación, menos en aras de una mentira.
Más se manifiesta el vacío de contenido puramente socialista dentro del partido, tras constatar que en su seno se podían defender principios e ideologías profundamente contrarias. Así los mismos Redondo Terreros, Gotzone Mora y Rosa Díez, socialistas de reconocido prestigio que fueron aupados y aplaudidos por sus propios compañeros, hoy son loados por la extrema derecha sin necesidad de haber renunciado a nada y sin que, ante la evidencia, en su día fueran expulsados del partido que los mantuvo única y sencillamente por propio interés partidista-electoral.
Es un partido en el que la férrea disciplina impuesta obliga a sus federaciones a actuar en contra de sus propios principios y a renunciar a su propia independencia. Caso fragrante en Navarra, actuando en exclusiva clave de poder cuado el socialismo debiera guiarse por la ideología y los principios.
Se venden exactamente igual que un político de derechas. Diría que hasta más baratos.
Siendo del PSOE, además, se puede admirar a ex-capitanes generales condenados por terrorismo y torturas, amén de a otro tipo de delincuentes de estado, acudir a visitarles a las cárceles o recibirles con vítores a su salida, como hace Rodríguez Ibarra, todo un barón.
Se puede renunciar también a la paz e integrarse en la OTAN, incumpliendo nuevamente la palabra y comiéndose los principios, éstos que van quedándose por el camino: no existe otra manera de construir el mundo a imagen y semejanza del capital. No es de extrañar que uno no sepa hoy qué es ser socialista, ni para qué sirve enrolarse en el PSOE sino es como oposición a quienes se enrolan en el PP.
También se puede jurar un cargo ante el dios católico, por devoción ..., y organizar actos de estado de manos de todo un monseñor, por muy laicistas que sean los principios del que jura y del gobierno; sin otra necesidad aparente que la mera estética, ya se sabe que si se trata de aparentar, si hay que tragar se traga.
Esta falta de ideología en el partido socialista ha sido sustituida, como dije, por la defensa de ciertos reconocimientos sociales y punto. No hay más socialismo porque haya más matrimonios entre personas del mismo sexo. Ahora sé (y es un descubrimiento que comparto) porque su lema favorito es “El Cambio”, y es que lo han hecho tanto que ya no les reconoce ni el padre que los parió.
Esta falta de ideología en el partido socialista ha sido sustituida, como dije, por la defensa de ciertos reconocimientos sociales y punto. No hay más socialismo porque haya más matrimonios entre personas del mismo sexo. Ahora sé (y es un descubrimiento que comparto) porque su lema favorito es “El Cambio”, y es que lo han hecho tanto que ya no les reconoce ni el padre que los parió.