jueves, 3 de enero de 2008

Sobre la increible fe vaticana.


Volviendo al asunto que me trajo por estos lares que no es otro que divagar sobre distintas percepciones que tengo de la realidad, la que me rodea y absorbe cada instante, y posiblemente afectado aún por el cercano hecho de la muerte, intentando ser justo que no justiciero, redacté ayer una líneas en honor al Obispo de Tenerife y sus preciosas y certeras palabras dedicadas a adolescentes salidos que vagan por los mundos de dios provocando a todos aquellos que esconden sus vergüenzas bajo la misma sotana con la que ocultan sus partes íntimas o sexuales.

Vaya por delante que creo hasta rabiar en las personas; en todas aquellas que por casualidad, por el destino o por el simple ser de la existencia han obrado en mi presencia. Quiero decir que creo en las obras de la gente, en las obras que observo construir o ya finiquitadas. Así he conocido sacerdotes misioneros trabajadores por la justicia social (no tantos como laicos, sin que los votos de unos les conviertan en mejores, si quiera en distintos, de los otros), que son grandes personas dignas de elogio y admiración.

Hay quien se define como cristiano, católico, apostólico y romano. Cristiano por procesar la fe de Cristo (Jesús crucificado). Católico por universal. Apostólico por provenir de lo predicado por los apóstoles. Romano por el origen geográfico del germen de la religión que nos ocupa.

Así la Iglesia Católica según propia definición, es la congregación de los fieles cristianos regida por el Papa como vicario de Cristo en la Tierra. Y vicario significa sustituto. Así los apostólicos y romanos decidieron que una persona debía sustituir en la tierra al dios que comenzaban a adorar gracias al engaño de la fe. La fe cristiana surge así a la sombra del hombre, del buen hombre y del mal hombre. Tener fe cristina es creer te dicen, es la esencia.

Al contrario, es la excusa que intenta explicar lo ilógico, lo irracional y lo indemostrable. Uno tiene fe en que el Athletic se salve este año, también. La experiencia de años pasados demuestra que ello es ciertamente posible, por lo tanto razonable y lógico pues tres equipos se salvan cada temporada. Otra cosa muy distinta es lo que opine al respecto cada cual, lo que sueñe o lo que desee. Pero dejemos de lado la fe deportiva.

Existen quienes pese a que su existencia científica está igual de no demostrada que la de dios, tienen una fe ciega en la existencia de vida extraterrestre. Atendiendo a la razón pura de los sentidos uno levanta la vista por las noches y observa un universo infinito; la astrología y la astrofísica demuestran la existencia de galaxias y planetas por todo él. Creer en la existencia de un planeta habitado es una cuestión de fe, cierto, pero no ilógica.

Distintas entre sí, las religiones, a lo largo de los siglos, surgen como respuesta a la lógica pregunta del antes y del después de la vida, conceptos que van mucho más allá del entendimiento terrenal, inexplicables. Cada cual podrá tener fe en cualesquiera respuesta, la del todo o la de la nada, ambas igual de lógicas dentro de la ilógica de aquello que no puede someterse al entendimiento de la razón humana.

Así tener fe en el espíritu santo es un ejercicio igual de ilógico que tener fe en el diablo. La certeza de su existencia no es proporcional, siquiera, al número de personas que se manifiestan creyentes. Si acaso la fe cristiana consuele en los momentos más duros de la vida aunque ni existan, ni vayan a existir jamás, su dios, su hijo y su espíritu santo. Es el consuelo de la ignoracia, en muchos casos de la bendita ignorancia.

Ni siquiera metafísicamente. Lo evidente es que el hombre no tiene algunas respuestas.

Muchas de las personas que quiero y admiro procesan ciertamente la fe cristiana pero el hecho religioso lo considero irrelevante pues las tengo en tal consideración por sus obras y sus palabras. Aquellos que procesan la misma fe igual que comparten ritos se asesinan, o mandan matar.


Es así que respetando profundamente la fe de cada cual como respuesta a lo irracional, no puedo respetar a quienes desde siempre se han empeñado en hacer de ello su modus vivendi. Han declarado guerras, han conquistado a sangre y fuego en su nombre, han acaparado riquezas durante dos mil años y aún continúan, dividido familias, mentido, usurpado, violado, vejado, ofendido, quemado, mutilado, humillado, abusado y asesinado hombres y mujeres con la excusa de la fe, por los siglos de los siglos, y bajo indulgentes engaños. Han cometido tantos o más pecados de los que han sido capaces de inventar y son un poder fáctico real, aún hoy; hechos todos que en el transcurso de la historia han podido enmascarar y que no hubieran cometido nunca, bajo la coacción del diablo y del infierno, de haber creido realmente en sus discursos o de haber tenido, siquiera, un mínimo de fe cristiana.


Igual que no respeto a quienes predican la pobreza sin ejercerla, sustituyen a su dios portando crucifijos de oro y túnicas de seda o sustentan su futuro en el banco vaticano.

1 comentario:

rojobilbao dijo...

Quedas respondido en mi blog,alo que me planteabas.

Un saludo.