martes, 17 de junio de 2008

mundo canino

Leo horrorizado en los medios opositores (ya se sabe) que los recientes días de huelga en el sector del transporte por carretera han costado unos quinientos millones de euros. Esa afirmación, muy periodística –por ser suave, o similares, nos las desayunados sin empacharnos, en este mundo moderno, primero y occidental, entendiéndola como un mal menor, en el mejor de los casos, dado el sistema capitalista del que nos hemos dotado, mientras para otros muchos supone un auténtico desastre del que habría que pedir cuentas, y votos, al gobierno. Hoy toca el que toca, bien pudiera ser en viceversa electoral, que para el caso igual me da.

Nadie nos explica qué ha pasado realmente con esos quinientos millones. ¿Se han evaporado? ¿Quién los ha perdido? Explican algunos que nos los vamos dejando en la pescadería, frutería, carnicería y que a su vez los propietarios de estos comercios se los dejan en los mercados centrales. Es allí, al parecer, donde van quedando los euros, seguramente en billetes de cinco, llega la crisis y se los lleva volando. Obviamente esta última afirmación es una sandez porque sabemos, y muy bien, que el dinero cambia más de manos que de lugar. Esos quinientos millones de euros, hoy, no me cabe duda, están en poder de alguien; es la esencia de la economía capitalista: el dinero cambia propiedad según, entre otros factores, el mágico juego de la oferta y la demanda. No hay límites, uno puede perder más dinero del que posee y ganar más del que pueda imaginar, no dejando de ser ello un concepto de la libertad individual sangrantemente mal entendido y perfectamente propagado.

Existe un ranking repugnante llamado Forbes, viva internet, en el que figuran las mayores fortunas del planeta. Un tal Gates, que debe donar millones a/para causas ”justas” o un tal Buffet que gusta de estar en la luna, son personajes conocidos y admirados. En la lista citada aparece un tal Amancio Ortega que posee la nada desdeñable cifra de veinte con dos… miles de millones de dólares. ¡Me río yo entonces de las consecuencias de la huelga del transporte! En un acto solidario sin precedentes Amancio podría tirar de un poco de calderilla y financiar al pueblo español las consecuencias de estos funestos días de crisis, igual que un vasco paga una ronda de veinte txikitos sin que le tiemble el pulso. ¿Qué piensan ustedes?

Un servidor, provocador –tal vez, y que cada vez que medita sobre estos asuntos más triste acaba, no puede entenderlo. No puedo aceptarlo tampoco. ¿Cuánto gana una trabajadora de Zara? ¿Cómo afronta la crisis? ¿Cuánto dejaría de ingresar Amancio si un día se despertara y dijera: se acabó el mileurismo en mi empresa, sueldo mínimo dos mil euros. ¿A cuantos hogares llevaría una sonrisa, cada mes? ¿Cuántos puestos perdería en el ranking Forbes? ¿Sería más o menos admirado?

Pero tampoco es cuestión de echar las culpas al pobre de Amancio (o sí) que adquirió su fortuna de forma completamente legal. Hay para quienes estos son los hombres-ejemplo, a seguir. Yo digo que para salir huyendo; pero en fin.

El problema es del sistema que se vende oportuno y libre: si te lo sabes montar, te forras. Si ganas un puñado de euros ¡bravo! Porque cuanto más puedas invertir mayor será el beneficio. Dinero llama a dinero. Dinero ahorra dinero: si eres quien debes ser te invitan a comer, a los palcos del Bernabéu, o a putas, de lujo, por supuesto. Nada de ello cuesta un duro ni un gramo de sudor, del que sólo sabrán las pobres mujeres de dios, los camareros y todos aquellos que nacieron para servirte, por menos de mil euros al mes.

Así que mientras una huelga, con toda la legitimidad exigible, cuesta quinientos millones de euros a no se sabe muy bien quien, y el estado se tambalea: se inician arduas negociaciones, se inyecta dinero al mercado en crisis y la oposición intenta sacar tajada, un tal Amancio que no tiene culpa alguna, sigue pagando mil euros de sueldo a miles de siervos y no se tira el largo, ufano, de pagar esta última ronda.

Perro mundo.