lunes, 7 de enero de 2008

democracia; dime de qué presumes y te diré de qué careces.



A la clase política y afín se les llena la boca de democracia; a quienes viven de ella, lógicamente, más aún. Precisamente por ello son también estos últimos quienes la prostituyen y utilizan a su antojo, mientras los que sufrimos (en silencio como las almorranas) el estado del bien-o-mal-estar permanecemos pasivos y dormidos.

A todos aquellos que critican, al venezolano Chávez hay que recordarles que fue elegido por su pueblo. Hay quienes sugieren entonces que algunos estados no pueden ser considerados como auténticas democracias porque sus ciudadanos no votan con libertad. Basta pues con que un acto tan simple como meter una papeleta en una urna no sea ejercido de forma soberana sino bajo coacción para llegar a tales conclusiones. Ahora bien, si entendemos la coacción en su acepción pura como la “fuerza o violencia que se hace a alguien para obligarlo a que diga o ejecute algo”, habremos de entender que un pueblo vota coaccionado cuando, y dado que es raro ver a ciudadanos pistola en la sien ejerciendo sus derechos, actúa bajo el miedo a algo anunciado. (El miedo al contrario que los principales partidos políticos españoles explotan democráticamente de maravilla).

En Estados Unidos está democráticamente instaurada la pena de muerte en una gran parte de sus estados; también democráticamente se pueden adquirir armas de fuego (y de guerra) para acabar a tiros con todo aquel que infunde sospechas razonables… al que porta el arma. Y democráticamente uno puede pagar una pasta a un bufete para que convenza al jurado de que la sospecha era razonablemente fundada, o democráticamente no tenerla y acabar con buzo naranja en un corredor. Democráticamente también han sido sistemáticamente perseguidos quienes defendían posiciones cercanas al socialismo oficial, los comunistas. Democráticamente eligen gastar en armamento en un día lo que en todo un año en ayudas a los más pobres.

Hitler llegó al poder tras ser democráticamente elegido en unas elecciones libres. Democráticamente también optan algunos gobiernos por la guerra como modo de resolución de conflictos.

En España la sacra constitución obliga a no discriminar por razones de sexo, edad, raza, credo o religión, así habría de ser suficiente con hacer cumplir la ley, la sagrada ley, democráticamente establecida, y no según los casos, inventar una discriminación positiva hacia media sociedad en deprimiendo de la otra mitad que no sufre discriminación alguna, ni positiva ni negativa.

También democráticamente hay quienes promueven el bipartidismo (muchos son). Dicen que para no vivir sujetos al chantaje de las minorías hay que establecer un sistema electoral que las penalice, como si no bastara con la ley D’hont. Así la democracia consistiría en una sucesión de gobiernos de mayorías absolutas, monocolores, que podrían hacer y deshacer a su antojo, evitando negociaciones engorrosas con los enemigos de la democracia y de la patria: las minorías. Olvidan que negociación acarrea por definición cesión por ambas partes; como sólo saben mirar en una dirección, para aquéllos negociar no es un acto democrático, ni libre; es más democrática la mayoría absoluta de Aznar del año 2000, sustentada por los representantes políticos de diez millones de votos, que el gobierno de Zapatero que sin mayoría absoluta obtiene el pírrico respaldo de quienes representan quince millones de votos, más menos; y según.

Hay quien argumenta que democracia es la libertad de pensamiento, de voto, de expresión, de posesión, etc. La realidad es que esas libertades son democráticamente regladas por un gobierno sí y otro también.

Por definición propia la democracia es una doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno, y por acción el predominio del pueblo en el gobierno político de un estado.

La realidad es que el pueblo no predomina en el gobierno del estado; así se dice que los políticos representan a los ciudadanos que les han, democráticamente, elegido aunque luego pocos de éstos sean capaces de representarse, si quiera, a sí mismos. En cualquier estado.

Hitler (que también surge del pueblo y por lo tanto representa a éste en el gobierno) tuvo democráticamente legitimados sus discursos y sus violencias. Se supone.

Es más, la democracia, como ejercicio de voto -parece ser que es ése su mínimo denominador común, puede acabar consigo misma si quien alcanza el poder lo usa, democráticamente, para perpetuarse. En nombre de la democracia se puede también legislar que todo presidente autonómico que ose convocar un referéndum (un acto esencialmente democrático) acabe democráticamente en la cárcel.

Puede entenderse a la vista de los hechos que el simple y siempre manipulado acto electoral no es sino el camino establecido por las clases dirigentes para alcanzar el gobierno de un estado (que se dirá de demócratas), no una acción o un hecho democrático. Tras el recuento el ciudadano permanece a pan y agua hasta el momento en que los propios dirigentes establezcan o decidan enviarle nuevamente las urnas.

A todos aquellos que defienden la democracia como el sistema menos malo, habría que preguntarles cual de todas ¿la estadounidense, la centroamericana, la anglosajona, la centro europea, la española o la que más convenga en cada caso a la clase dirigente?

La democracia, en cualquier caso, no ha de entenderse ni como sistema político, ni como sistema de gobierno.

La Monarquía Parlamentaria lo es; pero ni siquiera por definición puede calificarse éste u otros regímenes parecidos de democracias por más que las normas establezcan que los ciudadanos votarán cada cuatro años, bautizando el acto como el de mayor libertad que puede ejercer el ser humano. Imaginemos un estado monárquico en el que el rey nombrase directamente, a dedo, a los parlamentarios para luego dejarles legislar. Ello no necesariamente debiera de ser una dictadura atroz: si los elegidos supieran escuchar al pueblo (no como los diputados actuales, en su mayoría) y empaparse en él, fuesen más honrados, honestos y profesionales, y capaces de defender la libertad individual, y hasta el 0,7%, ¿qué elegiría usted?

Imagino que entre los que contesten que elegirían votar no habrá ningún monárquico; sin embargo el sistema y la opinión están tan podridos y camuflados que mucho me temo que hay quien prefiere un regimen con voto o democracia aunque imperfecto por entender que es mejor la elección directa del pueblo (aún sobre listas cerradas) y luego ríe y aplaude al de “pero por qué no te callas”, impuesto él y su descedencia por la gracia de dios.

Yo soy más de los que piensa, a modo de García Trevijano, que el sistema actual es más bien una oligarquía monárquica. Si alguien piensa lo contrario que abra las listas y me lo demuestre.

Queda entonces saber qué es la democracia, más allá de esa mágica palabra que tanto emplean las clases políticas actuales: “dime de qué presumes y te diré de qué careces”.

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