lunes, 15 de octubre de 2007

El cáncer de España.

Soy un consumista, lo reconozco. Consumo lo mismo de los medios de la derecha que de la izquierda, liberales o progresistas –que se autoproclaman; lo mismo en televisión, que en prensa digital o radio. Soy un ser político y políticamente odio las injusticias y repugno a las personas que carecen de la más mínima capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos.

Da la sensación de que, incómodos a parte, en España mandan los políticos y los periodistas, que en ambos casos es como decir que los que cortan el bacalao son los generadores de opinión y los falsificadores de la historia del cada día, cuando yo pensaba que los que realmente movían los hilos económicos y sociales del país eran los capos de la banca, unos miles de roquefelers y los sangreazules. Ciertamente Spain is diferent.

Hoy me refiero a los primeros –políticos y opinantes que, sin apenas excepciones al menos entre sus primeros espadas, carecen de la más mínima capacidad de empatía y realizan proclamas de sentimiento individual e individualista como si fuesen verdades absolutas atribuibles a un colectivo a veces tan amplio como un Estado entero, y siempre, siempre, creyéndose demócratas. No es necesario practicar la democracia sino lo que cada cual entienda por tal, así basta con empezar cualquier discurso refiriéndose a nosotros los demócratas para situarse sobre aquellos que creen realmente en una doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno, o en el predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado si se prefiere, o sobre quienes abogan por sistemas políticos distintos.

Los unos y los otros de la gente común, humilde y trabajadora, pasan. Vale más la pseudo-ideología personal de cada uno impuesta sobre la del adversario que intentar si quiera identificarse con los ciudadanos. El rival ideológico es un enemigo que si quiera a su pesar puede ser confundido como representante de un sentimiento o de una ideología común de un colectivo y como tal merecer respeto. El respeto para los unos y los otros no existe, ni vota, ni vende.

Son el cáncer de España y en ellos pienso cuando escucho aquello de así va el país.

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