sábado, 23 de agosto de 2008

vuelve, jesucristo

Si no fuera por la realidad, supondría que tras siglos de evolución de las conciencias ciertos dogmas y otras tantas inmoralidades debieran ya de haberse extinguido de la mente humana. Obraré con fe, de la buena, y pensaré (en cuestiones de cierta fe, ya se sabe que el pensamiento sí delinque) que ello no es una utopía y que cada vez más personas estamos a favor de caminar hacia la igualdad social de todos nuestros semejantes. De todos sin exclusión.

No quiero abrazar con mis palabras cierta demagogia; no sugiero que en el desarrollo normal de nuestras actividades humanas debamos tener, como Damocles, una espada sobre la conciencia. No deben llegar al extremo de la lógica argumentos como el que convierte en inhumano el simple hecho de asesinar una cucaracha, con dolo o sin él. Aún.

Estamos donde estamos y asimilamos las consecuencias de la eterna evolución de la concienciación social sin apenas inmutarnos. Igual lo bueno, que lo malo; todo proceso de cambio social, a mejor, acarrea sus desajustes, hablando en fino. Otros resultan sencillamente fatales para la inmensa mayoría.

Una de estas anomalías, a mi juicio: el mal uso que se da al concepto de libertad. Hasta el punto de que se puede ser cristiano y defender cierto liberalismo económico y el libre comercio, por ejemplo. Dudo mucho de que Aquél que expulsó a los fariseos del templo aplaudiera esos conceptos, menos aún si, como hoy por hoy resulta evidente, con ello se condena a la miseria a infinitos semejantes. Medidas las consecuencias de nuestros actos, el sentido común sugiere que algunos debieran ser constitutivos de…, de pecado.

Porque los que en principio pudieran tratarse de sanos conceptos se han convertido en una justificación de facto de políticas que permiten, bajo la escusa de la libertad individual y el derecho a la propiedad privada sin límites, el hambre, la pobreza, la desatención, a más de guerras y conflictos en los que los seres humanos vulgares, los que pisan la tierra, dejan su sangre cada día.

Los Gobiernos, perdón, los gobernantes occidentales, se supone, sirven al pueblo llano del que forman parte. Así legislan en sus democracias pseudo-demócratas en función, entre otros factores, da las demandas sociales, escribiendo sin saber en las páginas de la historia la evolución de la concienciación humana y todos sabemos lo que dictará nuestra historia.

El problema, para quien lo quiera ver que esa es otra (de ahí las inmoralidades que siguen vigentes), tal vez resida en los conceptos. La evolución no es revolución y estas últimas son de otra época; bastante se ocupan los actuales gobernantes en mantener a toda consta las actuales (de hoy y de hace un siglo) estructuras políticas. Bastaría preguntar a todos los habitantes del planeta al respecto de su idoneidad para saber si son justas, para saber si la evolución hacia el libertinaje llamado libertad es justo, para saber hacia qué sistemas debieran de guiarse las diversas legislaciones. Como dije que no quería ser un demagogo, confesaré que sería bastante con que se nos preguntara a los habitantes de “occidente”.

Pero he aquí que en este nuestro primer mundo surge una tremenda paradoja: la mayor parte de la sociedad estaría dispuesta a derrocar, con nombre y apellidos, a los poseedores de las mayores fortunas del planeta, aquéllas que acaparan un porcentaje de riquezas desorbitados, mientras permite que los gobernantes, excusa ideológica de la libertad en mano, no hagan nada porque cese la voracidad económica de esos pocos, reitero, con nombre y apellidos.

¿Quién o qué puede liberal a millones de hambrientos de semejantes golosos, amantes de la gula privada?

Entiendo que las siempre evolutivas conciencias pueden comunicarse entre sí hoy más que nunca (y siempre menos que mañana) y sé también que los seres humanos necesitamos de un líder para ponernos en marcha. No sé si el líder que pudiera obrar el milagro de acabar con la pobreza real surgirá en el siglo XXI, o si éste será una máquina de inteligencia artificial huyendo hacia la lógica tras procesar debidamente el resultado de las políticas occidentales, lo que intuyo es que el mundo necesita, cada vez más, de un nuevo Jesucristo que por una vez no pudiera ser manipulado.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Como dijo Saramago cuando le entregaron el Nobel: y yo pregunto a los economistas politicos si calcularon el numero de seres humanos que tienen que condenar a la pobreza más absoluta, a la ignorancia mas crapulosa, a la exclavitud más miserable para fabricar un rico.
Antes nos gustaba decir que la derecha era estúpida, pero hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda."
Esta también lo dijo el y yo lo mantengo, porque cada día estoy más convencido de que son auténticos profesonales de no hacer nada y cobrar bien por ello.
El Canuit

Adnamarrr dijo...

Querido amigo, gran utopia, gran realidad, pero dificl de cumplir realmente, es dificil acabar con tanta injusticia aunque muchos, sin duda, pondríamos nuestro granito de arena para intentarlo.
Muxus.

m.eugènia creus-piqué dijo...

Que dificil es pedir un nuevo Jesucristo que no pueda ser manipulado, todo lo que cae en manos humanas se manipula, se tergiversa y se estropea, de pena.

joaninha dijo...

es que somos una sociedad sin héroes... y eso nos desubica profundamente... lástima no tener mas tiempo para desarrollar este tema.

un besote!