Hoy, lo siento, descanso del to be continued… ¡Merece tan poco la pena! Tal vez mañana.
Dan las tres de la mañana, y yo sin poder dormir, doy mil vueltas en mi cama, sólo pienso en ti. Y qué sé yo, si estoy tan sólo, quizá solo sea un sueño y que sé yo, si estoy tan sólo, necesito… ¡dormir!
Enhorabuena a todos aquellos que sabéis, que de las palabras anteriores mía es sólo una. El resto ya habréis imaginado cual.
Pero confieso que he mentido, hoy: son las cuatro de la mañana, no las tres; me estaré volviendo viejo. Ya me lo dijo una vez la doctora: que ya no era un chaval. No la hago ni caso, qué sabrá ella de mi espíritu, pero sigo sin poder dormir.
Tengo alguien en mi mente. Permanentemente, aunque lo olvide.
Es alguien ya mayor para mí desgracia, cuya simple existencia es sinónimo de honradez; sé de un hombre -descubro pronto su sexo para evitarlos la lógica de pensar que este amor mío es una mujer, que va a misa cada mañana, que cree en Dios y en su Santa Iglesia. No como yo.
Es la persona que siempre quise ser.
Sé de un hombre, de los de pelo en pecho, de verdad.
Sé de un ser maravilloso que quiere siempre para los demás, que nunca jamás hizo algo en contra de nadie, que siempre remó a favor. Es tan increíble que siempre ha vivido olvidado de sí mismo y ahora, nunca es tarde, deseo, no le queda más remedio que pensar en él, un poquito.
Es alguien tan especial que su leve terquedad nunca es por él.
Es alguien tan bueno que gusta de la soledad y del silencio con sigilo, para no molestar. Una persona a la que nada hay que perdonar y que perdona, siempre.
Es quien nunca ha hecho daño a nadie, por empatía. Es justo, recto y cariñoso. Un luchador incansable por el bienestar ajeno que probó el hambre de la posguerra y que procuró que el paladar de los suyos no conociese su sabor.
Es tan fuerte que aún tiene fuerzas, espero.
Es mi personaje histórico, favorito.
Es mi aita (mi padre) al que amo y por el que a veces no reprimo mis lágrimas, en silencio.
Hoy es aitite (abuelo) y aita también soy yo.
Intento, quiero, deseo, siendo tan yo, ser él. Porque nos tocó vivir tiempos distintos, los míos sobre la alfombra roja que siempre tendió a mis pies.
Gracias infinitas Aita, que fuiste hallado por una mujer tan maravillosa que con su sonrisa perenne hoy nos contempla desde algún lugar, seguramente desde tu cielo. Gracias porque con vosotros dos nunca estaremos solos.
Y perdonad el resto, por esta sensibilidad tan desbocada. Es lo que diría él.
Dan las tres de la mañana, y yo sin poder dormir, doy mil vueltas en mi cama, sólo pienso en ti. Y qué sé yo, si estoy tan sólo, quizá solo sea un sueño y que sé yo, si estoy tan sólo, necesito… ¡dormir!
Enhorabuena a todos aquellos que sabéis, que de las palabras anteriores mía es sólo una. El resto ya habréis imaginado cual.
Pero confieso que he mentido, hoy: son las cuatro de la mañana, no las tres; me estaré volviendo viejo. Ya me lo dijo una vez la doctora: que ya no era un chaval. No la hago ni caso, qué sabrá ella de mi espíritu, pero sigo sin poder dormir.
Tengo alguien en mi mente. Permanentemente, aunque lo olvide.
Es alguien ya mayor para mí desgracia, cuya simple existencia es sinónimo de honradez; sé de un hombre -descubro pronto su sexo para evitarlos la lógica de pensar que este amor mío es una mujer, que va a misa cada mañana, que cree en Dios y en su Santa Iglesia. No como yo.
Es la persona que siempre quise ser.
Sé de un hombre, de los de pelo en pecho, de verdad.
Sé de un ser maravilloso que quiere siempre para los demás, que nunca jamás hizo algo en contra de nadie, que siempre remó a favor. Es tan increíble que siempre ha vivido olvidado de sí mismo y ahora, nunca es tarde, deseo, no le queda más remedio que pensar en él, un poquito.
Es alguien tan especial que su leve terquedad nunca es por él.
Es alguien tan bueno que gusta de la soledad y del silencio con sigilo, para no molestar. Una persona a la que nada hay que perdonar y que perdona, siempre.
Es quien nunca ha hecho daño a nadie, por empatía. Es justo, recto y cariñoso. Un luchador incansable por el bienestar ajeno que probó el hambre de la posguerra y que procuró que el paladar de los suyos no conociese su sabor.
Es tan fuerte que aún tiene fuerzas, espero.
Es mi personaje histórico, favorito.
Es mi aita (mi padre) al que amo y por el que a veces no reprimo mis lágrimas, en silencio.
Hoy es aitite (abuelo) y aita también soy yo.
Intento, quiero, deseo, siendo tan yo, ser él. Porque nos tocó vivir tiempos distintos, los míos sobre la alfombra roja que siempre tendió a mis pies.
Gracias infinitas Aita, que fuiste hallado por una mujer tan maravillosa que con su sonrisa perenne hoy nos contempla desde algún lugar, seguramente desde tu cielo. Gracias porque con vosotros dos nunca estaremos solos.
Y perdonad el resto, por esta sensibilidad tan desbocada. Es lo que diría él.
8 comentarios:
Bon día Txan.
Precioso homenaje a tus padres,a ellos les debemos la vida,solo por eso debiéramos estarles agradecidos siempre.
Para los hijos, lo más importante son los padres,cuando estos hijos se convierten en padres lo más importante para nosotros entonces son nuestros hijos y siempre es un circulo vicioso cuyo único centro es esta gran relación padres e hijos.
Cuidate el insomnio.
Olvidaba decirte que te enlazo.
Gracias por tu post.
Gracias, -gorri.
Leyéndote, acabo de colegir algo: uno se hace mayor cuando reconoce -orgulloso, asombrado, pletórico- la grandeza de sus mayores. De aita, de ama, de...
Esperaremos pacientes (quienes tenemos esa fortuna) a que alguno de nuestros frutos nos mire un día y vea... vea que alguna fue también nuestra grandeza.
Entretanto -con insomnio, soledades, recuerdos y obligaciones- miremos con devoción a esos frutos (los hijos, si como dices los tienes) porque de ellos brota también la fuerza que nos mueve.
El antes y el después son imprescindibles. ¡para que luego digan eso de "carpe diem"! ¡Pues qué miras más cortas!
Un homenaje precioso. Cuanta verdad... Un beso primo y... ya sabes la meta!. Laura.
Precioso txantxan!! deberías enseñárselo a tu aita o decírselo directamente. Muchas veces damos por supuestas cosas que deberíamos decirlas más a menudo.
Ya no tengo ni padre ni madre , Cuando tenía yo tan sólo 20 años perdí a mi padre, 5 años más tarde perdí a mi madre en un terrible accidente de coche , les escribo cartas en el ordenador para decirles lo mucho que los encuentro a faltar, les digo todo lo que en vida no tuve tiempo de decirles...
Me ha emocionado muchísimo tu escrito , ya te lo puedes imaginar, disfruta de tu Aita, y un MUXU enorme!
No sé si de alguna forma te inspiré este post, si es así me alegro mucho y si no también, es muy bonito leerte
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