Han comenzado los Juegos Olímpicos de Pekín. Hoy es ocho del ocho del ocho y como bien se ha repetido se eligió el día por ser el ocho el número de la suerte para los chinos, antiguamente conocidos como chinitos, imagino que por eso del tamaño. Pero hoy ya no: China es una superpotencia, la más poblada de largo, que ha de consumir mucho más cada día que pasa (petróleo, por ejemplo). China, en definitiva es ya desde hace algún tiempo, y sobre todas las cosas, un negocio. Un enorme negocio.
Sólo así se entiende tanto agasajo y… tanto silencio.
Cierto es que vivimos acostumbrados a que el tal Juan Carlos y su esposa Sofía (multimillonarios) reciban y/o sean recibidos a/por los mandatarios de los Gobiernos más crueles y déspotas con sus ciudadanos, como los Jeques Saudís, por ejemplo. Es tal ya la costumbre que, más allá de mirar y buscar el auténtico significado de dichos encuentros (para y por dinero, normalmente privado), callamos y otorgamos. No digo ya los monárquicos que permitieron casar la sangre azul de un príncipe con la roja de una roja divorciada. Me encanta esto de que las monarquías se adapten a los tiempos: a ver cuando desaparecen.
En cualquier caso, el mundo, por desgracia, funciona así. Y así llegamos a China. A la China comunista cada vez más consumista. Me hubiera gustado saber qué hubiera sido de estos juegos de haberse celebrado hace dos décadas o tres. En este caso las correspondientes autoridades olímpicas (autorizados para vivir bien, debe ser) supieron elegir el momento adecuado y decidieron cuando vieron que era posible tomar esa decisión, o cuando no les quedaba otra, apostar por Pekín 2008.
No piense usted, y más si es conciudadano olímpico, que tengo algo en contra del Gobierno chino; bueno sí, lo tengo, pero no más de lo que proporcionalmente pueda tener en contra del Gobierno español, francés o ruso. Apuntaré, puestos a hablar de miedos, y como ya sostuve hace tiempo, que, recurriendo al empirismo, quienes me acojonan de verdad son los estadounidenses, su manía imperialista y su negocio perpetuo de exportar la violencia en forma de guerras. Ellos si que asesinan en primera persona, algo que no han dejado de hacer desde que al menos uno recuerde.
Se preguntará usted entonces hacía donde voy. O conociéndome, si me conoce, cuál es hoy la denuncia. La concreta denuncia. Está bien: hoy quiero denunciar la hipocresía. La que “rodea” a estos juegos y con ellos a medio mundo y que se practica, en su grado máximo, en montañas no muy lejanas, no en las montañas chinas.
Juegos olímpicos y política, política y juegos olímpicos: primos hermanos desde el mismo momento en que se convocan los concursos para las sedes futuras. Después no digamos. Sería fácil hablar de Munich, de México y el “Black Power” (con dos cojones, añadiré si se me permite), los boicots a Los Angeles y Moscú (y viceversa), o a Hitler presidiendo las ceremonias olímpicas mientras sus aviones practicaban el como asesinar más y mejor a inocentes, desde los aires españoles y no tan españoles.
Tan fácil como es leer los diversos titulares de los medios (generadores) de opinión privados: “Pekín abre los juegos más politizados” titula ahora mismo un importante diario en internet.
Algunos medios que se atreven a criticar al Gobierno, español, por su condescendencia y falta de denuncia: los mismos que alababan al que servía a Bush. Así no es de extrañar que también en estos juegos la prensa muestre, otra vez más, su increíble (si no fuera porque es cierta) hipocresía. Pero eso es algo normal, es algo a lo que estamos debidamente acostumbrados: la hipocresía del “y tú más”. No me detendré si acaso un segundo en analizar dicho hipócrita fenómeno, contento como quedo de haber repetido el vocablo tres veces en otras tantas líneas. Ya sabrá usted por qué.
A modo de corolario, que es a lo que iba, me detengo en un nuevo concepto: la hipocresía proporcional; es decir: cuanto más grande es el sujeto político más fácil es la denuncia contra él pues sus barbaridades, desmanes e imposiciones lo son ante mayor número de ciudadanos. ¿Acaso en occidente (mirando desde la “República Popular”) no existen ciudadanos oprimidos por motivos ideológicos? ¿Acaso se respetan democráticamente las minorías, o ciertas mayorías? Legislar ad hoc (y en contra) de las justas y pacíficas demandas de ciertos sectores sociales es también proporcionalmente más sencillo. Y políticamente más que proporcionalmente rentable.
Antes de finalizar quiero reconocer que, imagino, ejerceré de buen espectador; valoraré y aplaudiré el esfuerzo y sudor de cada participante; tendré más simpatías por unos que por otros aunque intente evitarlo (soy humano); respetaré la manipulación sociológica del deporte como distracción porque a fin de cuentas es bello ver a la gente sonreír y sentirse feliz por resultados ajenos aunque geográficamente cercanos, por más que ello no aporte sino gasto de unos y más beneficio de otros. Pero lo que más deseo contemplar es el milagro de ver algún deportista chino, al estilo Black Power, apoyando a los suyos. Más aún tras conocer que los deportistas españoles no podrán siquiera con simbólicos gestos, denunciar aquello que parece tan evidente. Y es que está visto que si ejercer la libertad de expresión de la que algunos tanto presumen cuesta dinero, se impone el silencio, y punto.
Son, proporcionalmente, un número insignificante de insignes ciudadanos.
Sólo así se entiende tanto agasajo y… tanto silencio.
Cierto es que vivimos acostumbrados a que el tal Juan Carlos y su esposa Sofía (multimillonarios) reciban y/o sean recibidos a/por los mandatarios de los Gobiernos más crueles y déspotas con sus ciudadanos, como los Jeques Saudís, por ejemplo. Es tal ya la costumbre que, más allá de mirar y buscar el auténtico significado de dichos encuentros (para y por dinero, normalmente privado), callamos y otorgamos. No digo ya los monárquicos que permitieron casar la sangre azul de un príncipe con la roja de una roja divorciada. Me encanta esto de que las monarquías se adapten a los tiempos: a ver cuando desaparecen.
En cualquier caso, el mundo, por desgracia, funciona así. Y así llegamos a China. A la China comunista cada vez más consumista. Me hubiera gustado saber qué hubiera sido de estos juegos de haberse celebrado hace dos décadas o tres. En este caso las correspondientes autoridades olímpicas (autorizados para vivir bien, debe ser) supieron elegir el momento adecuado y decidieron cuando vieron que era posible tomar esa decisión, o cuando no les quedaba otra, apostar por Pekín 2008.
No piense usted, y más si es conciudadano olímpico, que tengo algo en contra del Gobierno chino; bueno sí, lo tengo, pero no más de lo que proporcionalmente pueda tener en contra del Gobierno español, francés o ruso. Apuntaré, puestos a hablar de miedos, y como ya sostuve hace tiempo, que, recurriendo al empirismo, quienes me acojonan de verdad son los estadounidenses, su manía imperialista y su negocio perpetuo de exportar la violencia en forma de guerras. Ellos si que asesinan en primera persona, algo que no han dejado de hacer desde que al menos uno recuerde.
Se preguntará usted entonces hacía donde voy. O conociéndome, si me conoce, cuál es hoy la denuncia. La concreta denuncia. Está bien: hoy quiero denunciar la hipocresía. La que “rodea” a estos juegos y con ellos a medio mundo y que se practica, en su grado máximo, en montañas no muy lejanas, no en las montañas chinas.
Juegos olímpicos y política, política y juegos olímpicos: primos hermanos desde el mismo momento en que se convocan los concursos para las sedes futuras. Después no digamos. Sería fácil hablar de Munich, de México y el “Black Power” (con dos cojones, añadiré si se me permite), los boicots a Los Angeles y Moscú (y viceversa), o a Hitler presidiendo las ceremonias olímpicas mientras sus aviones practicaban el como asesinar más y mejor a inocentes, desde los aires españoles y no tan españoles.
Tan fácil como es leer los diversos titulares de los medios (generadores) de opinión privados: “Pekín abre los juegos más politizados” titula ahora mismo un importante diario en internet.
Algunos medios que se atreven a criticar al Gobierno, español, por su condescendencia y falta de denuncia: los mismos que alababan al que servía a Bush. Así no es de extrañar que también en estos juegos la prensa muestre, otra vez más, su increíble (si no fuera porque es cierta) hipocresía. Pero eso es algo normal, es algo a lo que estamos debidamente acostumbrados: la hipocresía del “y tú más”. No me detendré si acaso un segundo en analizar dicho hipócrita fenómeno, contento como quedo de haber repetido el vocablo tres veces en otras tantas líneas. Ya sabrá usted por qué.
A modo de corolario, que es a lo que iba, me detengo en un nuevo concepto: la hipocresía proporcional; es decir: cuanto más grande es el sujeto político más fácil es la denuncia contra él pues sus barbaridades, desmanes e imposiciones lo son ante mayor número de ciudadanos. ¿Acaso en occidente (mirando desde la “República Popular”) no existen ciudadanos oprimidos por motivos ideológicos? ¿Acaso se respetan democráticamente las minorías, o ciertas mayorías? Legislar ad hoc (y en contra) de las justas y pacíficas demandas de ciertos sectores sociales es también proporcionalmente más sencillo. Y políticamente más que proporcionalmente rentable.
Antes de finalizar quiero reconocer que, imagino, ejerceré de buen espectador; valoraré y aplaudiré el esfuerzo y sudor de cada participante; tendré más simpatías por unos que por otros aunque intente evitarlo (soy humano); respetaré la manipulación sociológica del deporte como distracción porque a fin de cuentas es bello ver a la gente sonreír y sentirse feliz por resultados ajenos aunque geográficamente cercanos, por más que ello no aporte sino gasto de unos y más beneficio de otros. Pero lo que más deseo contemplar es el milagro de ver algún deportista chino, al estilo Black Power, apoyando a los suyos. Más aún tras conocer que los deportistas españoles no podrán siquiera con simbólicos gestos, denunciar aquello que parece tan evidente. Y es que está visto que si ejercer la libertad de expresión de la que algunos tanto presumen cuesta dinero, se impone el silencio, y punto.
Son, proporcionalmente, un número insignificante de insignes ciudadanos.
8 comentarios:
Txan, esta Entrada expresa de manera inmejorable lo que pienso y pensamos muchos...
Una cosa es lo que sucede fuera de las pistas(hipocresia supina y $$$$$) y lo otro, en las mismas pistas...
Un beso Txan.
Pues sí señor, totalmente de acuerdo. Hipocresía a toda pastilla, que es lo que se lleva. Y yo también disfrutaré con los juegos. Lo otro es lamentable y hay que seguir denunciándolo.
Salud y República
Yo voy a disfrutar del deporte sin ir más allá.
Será también hipocresía (o doble moral), pero como aquí y en otras muchas cosas.
Cada día envidio mas tu pluma.
El Canuit
He dado mil vueltas estos días al tema al que haces referencia y he andado comiéndome la cabeza con que si los derechos humanos p'akí, que si los derechos humanos p'allá, que si es una vergüenza que se concediese la organización de unos juegos (supuestamente de hermandad) a una ciudad como Pekín, que si esto y que si lo otro, pero hoy me has hecho pensar un poco más (y eso no me viene bien) y me he dicho -¡coño!, pues tiene razón, ¿y Los Ángeles? ¿y Atlanta? ¿por donde se pasan los estadounidenses los derechos humanos? joer, si es que no pienso, y hay veces que no funciono más que por impulsos primarios.
Gracias por hacerme discurrir, aaah! a mí también 'me encanta que las monarquías se adapten a los tiempos'. A ver si es verdad
No solo espero que desaparezcan, si no que me gustaria estar vivo para verlo. Si no fuese así mi hija tomara el relevo y estara haciendoles el pasillo de despedida. Me lo prometió
También espero que cuando los chinos manden en el mundo no sean tan H. de P. como los yankees.
porque a muchos se les olvida que los Imperios son cíclicos.
El Canuit
La sociedad de consumo y el capitalismo imperan y hasta China se ha tirado de cabeza al mismo, a su modo. Ello conlleva la falsedad, la hipocresia, el egoismo económico, la censura y todo aquello a lo que hemos y estamos asistiendo con los Juegos Olimpicos. No me sorprende, es el juego de los poderosos, cuyo mayor exponente es Estados Unidos. Efectivamente la historia se repite y ello demuestra que el ser humano cae en la misma piedra una y otra vez buscando unicamente su propio beneficio.
Saludos desde un poniente infernal.
Por cierto, el ocho del ocho si ocurrrió algo importante y notorio, mi activo y delicioso sobrino Pau cumplió 8 años.
Un besazo para él.
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