Los guionistas de muchas películas hollywood-enses que han de retratar el futuro acostumbran a imaginar regímenes con sistemas de gobierno todopoderosos cuyas normas o leyes someten al individuo, mientras unos pocos subsisten libres bajo tierra. Públicas y conocidas son multitud de producciones que, con sus distintos matices, repiten argumentos.
Seguro como estoy de que mientras su sabia mente traduce estos símbolos latinos dándoles significado ha sido capaz de recopilar algunos títulos, no me entretengo y avanzo; aclaro que lo que a continuación expongo no es obra de ningún guionista. ¿O sí?
Una persona mayor de edad, varón y de raza blanca, ha ingresado en prisión para cumplir una pena de dos años y siete meses de cárcel. Dicen las crónicas que en una ciudad española unos jóvenes forcejearon con la policía local hasta que uno de ellos, el luego penado, logró alcanzar la insignia nacional y romperla.
Se abrieron diligencias. El ayuntamiento reclamaba al joven el pago de los setenta euros que costaba el pedazo de tela bicolor. El Tribunal le ha considerado culpable de un delito de ultraje a la bandera. Pagará su delito con la cárcel, amén de la bandera.
Paralelamente un hombre armado con unas tijeras que descosió los tirantes del vestido de una dama, provocando que éste cayera hasta sus pies y que la víctima asomara sus vergüenzas en un acto público, es sancionado como autor de una falta después de que la mujer abandonará el lugar entre risas ajenas, a la carrera.
A sentencias condenatorias, suponemos el dolo (ánimo) probado. El primero con su acción ofendió a millones aunque nadie sintiera el agudo dolor del ultraje, el segundo exclusivamente a una infortunada dama que no supo aguantar una broma pesada. Uno paga con cárcel, el otro casi ni paga.
¡Pobre mujer, doblemente víctima! Y no es un chiste.
Pese a que a uno personalmente se la soplen (y permítanme la expresión pero no encuentro palabras más gráficas), entiendo que los símbolos nacionales deban tener una consideración jurídica distinta, como seña de identidad y libertad de cuantos ciudadanos deseen sentir el calor de la ficticia unidad que bajo legal coacción se impone.
Y aunque el amor no pueda tipificarse (toco madera en su nombre), el respeto a la bandera sí, en su justa medida. No puede ser lógico que por mucho etéreo significado que arraigue en un símbolo, éste tenga más valor que la dignidad de un ser humano. Exactamente igual sucede cuando el honor puntualmente mancillado de una folclórica se paga a cincuenta y una vida, perdón una muerte, a dieciséis.
Cuando un emblema significa más que la dignidad de una persona de las que representa, cuando un estado encabezado por aquellos que se sitúan de facto encima de las normas, supedita al individuo hasta convertirlo en enano al lado de una bandera sin mástil, cuando el honor vale más que la vida: algo falla de base en una sociedad que se dice democrática y justa.
Palabras que acabarán antónimas, Estado e individuo. Hasta entonces, aquellos que renegamos de un amor que no nos calienta, tal vez podamos seguir sobreviviendo en superficie.
Seguro como estoy de que mientras su sabia mente traduce estos símbolos latinos dándoles significado ha sido capaz de recopilar algunos títulos, no me entretengo y avanzo; aclaro que lo que a continuación expongo no es obra de ningún guionista. ¿O sí?
Una persona mayor de edad, varón y de raza blanca, ha ingresado en prisión para cumplir una pena de dos años y siete meses de cárcel. Dicen las crónicas que en una ciudad española unos jóvenes forcejearon con la policía local hasta que uno de ellos, el luego penado, logró alcanzar la insignia nacional y romperla.
Se abrieron diligencias. El ayuntamiento reclamaba al joven el pago de los setenta euros que costaba el pedazo de tela bicolor. El Tribunal le ha considerado culpable de un delito de ultraje a la bandera. Pagará su delito con la cárcel, amén de la bandera.
Paralelamente un hombre armado con unas tijeras que descosió los tirantes del vestido de una dama, provocando que éste cayera hasta sus pies y que la víctima asomara sus vergüenzas en un acto público, es sancionado como autor de una falta después de que la mujer abandonará el lugar entre risas ajenas, a la carrera.
A sentencias condenatorias, suponemos el dolo (ánimo) probado. El primero con su acción ofendió a millones aunque nadie sintiera el agudo dolor del ultraje, el segundo exclusivamente a una infortunada dama que no supo aguantar una broma pesada. Uno paga con cárcel, el otro casi ni paga.
¡Pobre mujer, doblemente víctima! Y no es un chiste.
Pese a que a uno personalmente se la soplen (y permítanme la expresión pero no encuentro palabras más gráficas), entiendo que los símbolos nacionales deban tener una consideración jurídica distinta, como seña de identidad y libertad de cuantos ciudadanos deseen sentir el calor de la ficticia unidad que bajo legal coacción se impone.
Y aunque el amor no pueda tipificarse (toco madera en su nombre), el respeto a la bandera sí, en su justa medida. No puede ser lógico que por mucho etéreo significado que arraigue en un símbolo, éste tenga más valor que la dignidad de un ser humano. Exactamente igual sucede cuando el honor puntualmente mancillado de una folclórica se paga a cincuenta y una vida, perdón una muerte, a dieciséis.
Cuando un emblema significa más que la dignidad de una persona de las que representa, cuando un estado encabezado por aquellos que se sitúan de facto encima de las normas, supedita al individuo hasta convertirlo en enano al lado de una bandera sin mástil, cuando el honor vale más que la vida: algo falla de base en una sociedad que se dice democrática y justa.
Palabras que acabarán antónimas, Estado e individuo. Hasta entonces, aquellos que renegamos de un amor que no nos calienta, tal vez podamos seguir sobreviviendo en superficie.
8 comentarios:
No es posible que haya un delito que se denomine ultraje a la bandera y se condene con pena de cárcel. Es desproporcionado e injusto. Hay que despenalizar esa gilipollez. En todo caso que se considere falta como deterioro de enseres públicos.
Es una anomalía patriotera absurda y que responde a otros tiempos.
Salud y República
Solo decirte que como me gustaria tener tu pluma.
Que te podria responder alguien que no tiene dios ni patria ni bandera
Las quemaria todas, hasta la de la republica.
Es triste que el ser humano se tenga que identificar con algo y no con alguien.
Republica siempre
Todos controlados por medio de un trozo de tela
Algo falla no, fallan tantas cosas...
A mí, personalmente, lo de la bandera me la trae floja. No sé.
Supongo que se trata de encontrar el término justo, el "ni tanto ni tan calvo", la reducción de la pena por el ultraje a la bandera (de la que cada vez, menos gente se siente representada y creo que es porque algunos se apropiaron de ella sin razón) y habrá que tomarse más en serio las afrentas a la dignidad humana, lo de los tirantes de esta señora no es nada comparado con otras cosas.
siempre me encanta leerte, eres de lo más lúcido. gracias.
Si olvidamos que primero han de estar las personas, vamos de culo. Es algo que se viene haciendo desde siempre "¡patria, honor y bandera!" ¿y las gentes?, ¿dónde están las gentes?
Un abrazo
Creo que el ejemplo que pones de comparación es algo desafortunado.
Pero en cualquier cosa, igual que hay gente que le trae al pairo la nación, la bandera y esas cosas; hay otras para las que esos símbolos son muy importantes. Si nos quejamos de que unos se apropian de la bandera (cosa que nunca he entendido, porque quien ha querido la ha usado), apropiense también ellos de la misma.
Muchas veces esos símbolos hacen cosas que no apreciamos en el día a día, pero pueden llegar a unir, y sería de locos tratar de separarnos por eso.
¿Que el Código Penal pide a gritos no una, sino un montón de revisiones? De acuerdo, pero por otros motivos.
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