Tal vez muchos de los pocos que pasáis por este blog penséis que mis siguientes palabras no son sino una utopía. Quiero recordar que las utopías, por propia definición, son inalcanzables en el momento de su formulación, así que si algo es imposible, es imposible, pero si es utópico es imposible hoy y mañana a saber.
También hay quien confunde las utopías con los sueños y así tiene utopías eróticas; pero ese es otro cantar.
Contemporáneamente es relativamente fácil ver a famosos mostrarse solidarios con diferentes O.N.G.s, participar en partidos pro-cualquiermotivo, o en distintos eventos sociales recaudatorios y no seré yo quien pida un control y seguimiento de ciertos dineros. Entendamos que todo eso está muy bien. Entendamos también que no sirve para nada y que no por ello hemos de pedir que desaparezcan los maratones televisivos o los eventos navideños; son épocas en que los afortunados se acuerdan de aquellos que les convierten en tales, pues sin los desafortunados y los pobres no existirían los ricos, igual que los guapos deben a los feos mucho, muchísimo y debieran darles gracias por existir y permitir las odiosas comparaciones.
Así divagando concluí que para conseguir la tan aclamada y enterrada Justicia Social: luchar contra las enfermedades, el hambre, las guerras, en definitiva, contra el odio, no basta con que algunos deportistas y famosetes cuiden sus honradas imágenes públicas consolando algunas conciencias; en ello estaremos de acuerdo. La clave del éxito de tan nobles reivindicaciones sería impedir por ley universal que cualquier persona pueda acumular en sí, junto a sí o sobre sí, mayor patrimonio que el previamente establecido, redistribuyendo así la riqueza que nos proporciona el planeta tierra, que muchos de los acaudalados se empeñan en destrozar.
Los liberales y capitalistas puros dirán que ello atenta contra la libertad del individuo. Libertad para forrarse a costa del prójimo, añado. ¿por qué no podemos entender que en el mundo podemos sobrevivir sin un puñado de millonarios?
Sé que estas palabras atentan contra la lógica económica pero ilógicas no son. Me explico: si un jugador del Real Madrid gana mil millones de las antiguas al año, habría que reducirle el nivel de ingresos hasta el máximo pactado por ley. Seguramente la empresa de colonias o champú que le paga otro millón de los de ahora por poner su jeta junto al nombre de la marca correspondiente, gastaría menos en publicidad y se vendiera más barata, y así con todo lo que consumimos. ¿Se imagina usted a un empresario que deba vender más barato porque no pueda ganar más de equis dineros, dejando de vivir obsesionado con los beneficios empresariales que si algo son, son beneficios personales, pues que uno sepa las empresas ni se montan en los yates, ni conducen coches lujosos, ni viajan en avión privado?
La propia esencia del capitalismo, la existencia de innumerables intermediarios, el afán de riqueza de todos que todos aceptamos son el auténtico motor de la inflación no interna, sino mundial y de la desigualdad social.
Una medida de tal calado -utópica, sí, de acuerdo-, acarrearía, por ejemplo, la desaparición paulatina de los artículos de lujo que tan poco necesita el alma humana, o acabaría con “esa ética” que hace cotidianamente normal que un médico de los de turnos de 24 horas vea como su hijo se desvive por conseguir el autógrafo de un millonario deportista, sin saber que los auténticos héroes son los que le han mecido cada noche desde que nació, uno de los cuales salva vidas a diario.
Pero por desgracia la Justicia Social, y Universal, es un profundo sueño en fase REM, no una utopía.