Hay en España dos partidos mayoritarios con voluntad de lucro y ciertos medios que pululan a su alrededor superándoles en notoriedad y ánimo. Reconforta saber, en cualquier caso, que no toda la vida política es pública y que aunque minoritarios hay otros partidos con menos hipotecas y los mismos deberes.
Tenemos una sentencia penal cuyo fin es hacer justicia y resarcir lo posible el dolor de las víctimas y sus familias conforme está establecido, que afirma literalmente que no existe ningún indicio de participación de ETA en los atentados del 11-M; así se ha visto obligado a reflejarlo el Juez en tanto dicha relación ha sido utilizada como argumento de algunos letrados… ¿defensores? No dice nada, por ejemplo, de si el IRA o la asociación de amigos de las moscas tuvieron algún tipo de implicación. ¿Alguien puede demostrar que no fue así?
Los dirigentes del Partido Popular, con honrosas excepciones, se pasaron tres días y tres noches afirmando con rotundidad, y sin dejar resquicio a otras posibilidades, que había sido la ETA, como no podía ser de otra forma, la autora de la masacre. Mientras tanto la Policía caminaba en la correcta dirección según lo expuesto en la sentencia.
Los dirigentes del PSOE no podían creerse que el PP con tanta mentira, que cada segundo que pasaba resultaba más evidente, se lo estuviera poniendo tan fácil, electoralmente hablando.
La guerra de Iraq le habría costado al PP según sus propias encuestas (y las de terceros) la pérdida de mayoría absoluta; siendo un riesgo asumido no le habría hecho perder el gobierno. El factor determinante fue la mentira. O el error, si así hubieran querido reconocerlo.
Los populares y sus pululantes una vez pasada la resaca electoral podrían haber pedido excusas por haber “equivocado” la primera línea de investigación durante unos días tan trágicos y con tantos frentes abiertos, e incluso tratar de convencernos de que obviamente no habían actuado en clave electoral visto el resultado. Un par de semanas de silencio y dejar que actuara la justicia es cuanto necesitaba el PP para zanjar la crisis de principios que les acababa de costar un Gobierno.
No lo hicieron y tres años después la primera sentencia vuelve a dejarles solos y hace tambalear al mismo Rajoy, cada vez más cuestionado, dicen, entre los suyos.
Como partido político sometido al electorado arrastra aún el error de aquellos días. Independientemente de que alguno de sus dirigentes, si quiera todos, siguieran creyendo en ETA como autora más o menos directa de la masacre, el PP ya conoce las consecuencias electorales de dicha estrategia lo que hace más incomprensible aún su huida hacia adelante.
Los socialistas, a golpe de vídeo, no han necesitado gastar en guionistas. No es tarea complicada contrastar intervenciones de aquellos días, por ejemplo de Acebes, a saber: “El Gobierno no tiene ninguna duda de que ha sido ETA”, “Todas las pistas apuntan a ETA” o “La principal línea de investigación sigue siendo ETA” (tres días después del atentado) con la sentencia. Obviamente aquellas palabras eran una auténtica falsedad: si hubiera habido una sola pista, un solo indicio, más cayendo la que estaba cayendo, habría aparecido en el juicio.
Pero los dioses no yerran y el ex-presidente menos, así que en vez de pedir con honra honrado perdón, decidieron usar el apoyo mediático del que habían dispuesto como Gobierno y huir hacia adelante sin medir demasiado las consecuencias.
Va surgiendo así la ultra conocida teoría de la conspiración (carro al que ahora parece que algunos mundanos nunca subieron), la única alternativa planeada hasta la fecha. Este cuarto poder, a cuyo control se someten los partidos políticos para llegar al ciudadano y cuyo compromiso con la verdad disminuye en la misma proporción en que aumentan sus ingresos sin que los consejos de administración se tambaleen sino al contrario, fue dibujando una teoría que empezó a crecer como bola de nieve monte nevado abajo y que acabó lindando el delirio: durante el Gobierno del PP (¡de control y mayoría absoluta!) su servicio secreto, su Guardia Civil y su Policía Nacional –que sólo se dedicaba a detener etarras por entonces, el Juzgado de Instrucción de Guardia de la Audiencia Nacional, y ante los mismísimos bigotes de Aznar, conspiraron junto con la ETA, algún asturiano pero cabrón y unos moros traficantes de hachish para dar un golpe de Estado. ¡Increíble! Insinuarlo sobre doscientos cadáveres y mil quinientos heridos es un atentado contra la más mínima decencia democrática, pero según para quienes todo vale.
Queriendo demostrar tales barbaridades se ha tirado de estupideces como la del ácido bórico o argumentos vomitivos –no hay otro calificativo, como las insinuaciones sobre los hechos de Leganés según las cuales la muerte de un GEO fue un “daño colateral”, en el supuesto más suave.
La derecha política, en su afán autodestructivo, se sube ahora al carro de la búsqueda del autor intelectual. Espero que no se bajen de él, al menos, hasta que lo encuentren. ¿ A qué lo han pillado?
Tenemos una sentencia penal cuyo fin es hacer justicia y resarcir lo posible el dolor de las víctimas y sus familias conforme está establecido, que afirma literalmente que no existe ningún indicio de participación de ETA en los atentados del 11-M; así se ha visto obligado a reflejarlo el Juez en tanto dicha relación ha sido utilizada como argumento de algunos letrados… ¿defensores? No dice nada, por ejemplo, de si el IRA o la asociación de amigos de las moscas tuvieron algún tipo de implicación. ¿Alguien puede demostrar que no fue así?
Los dirigentes del Partido Popular, con honrosas excepciones, se pasaron tres días y tres noches afirmando con rotundidad, y sin dejar resquicio a otras posibilidades, que había sido la ETA, como no podía ser de otra forma, la autora de la masacre. Mientras tanto la Policía caminaba en la correcta dirección según lo expuesto en la sentencia.
Los dirigentes del PSOE no podían creerse que el PP con tanta mentira, que cada segundo que pasaba resultaba más evidente, se lo estuviera poniendo tan fácil, electoralmente hablando.
La guerra de Iraq le habría costado al PP según sus propias encuestas (y las de terceros) la pérdida de mayoría absoluta; siendo un riesgo asumido no le habría hecho perder el gobierno. El factor determinante fue la mentira. O el error, si así hubieran querido reconocerlo.
Los populares y sus pululantes una vez pasada la resaca electoral podrían haber pedido excusas por haber “equivocado” la primera línea de investigación durante unos días tan trágicos y con tantos frentes abiertos, e incluso tratar de convencernos de que obviamente no habían actuado en clave electoral visto el resultado. Un par de semanas de silencio y dejar que actuara la justicia es cuanto necesitaba el PP para zanjar la crisis de principios que les acababa de costar un Gobierno.
No lo hicieron y tres años después la primera sentencia vuelve a dejarles solos y hace tambalear al mismo Rajoy, cada vez más cuestionado, dicen, entre los suyos.
Como partido político sometido al electorado arrastra aún el error de aquellos días. Independientemente de que alguno de sus dirigentes, si quiera todos, siguieran creyendo en ETA como autora más o menos directa de la masacre, el PP ya conoce las consecuencias electorales de dicha estrategia lo que hace más incomprensible aún su huida hacia adelante.
Los socialistas, a golpe de vídeo, no han necesitado gastar en guionistas. No es tarea complicada contrastar intervenciones de aquellos días, por ejemplo de Acebes, a saber: “El Gobierno no tiene ninguna duda de que ha sido ETA”, “Todas las pistas apuntan a ETA” o “La principal línea de investigación sigue siendo ETA” (tres días después del atentado) con la sentencia. Obviamente aquellas palabras eran una auténtica falsedad: si hubiera habido una sola pista, un solo indicio, más cayendo la que estaba cayendo, habría aparecido en el juicio.
Pero los dioses no yerran y el ex-presidente menos, así que en vez de pedir con honra honrado perdón, decidieron usar el apoyo mediático del que habían dispuesto como Gobierno y huir hacia adelante sin medir demasiado las consecuencias.
Va surgiendo así la ultra conocida teoría de la conspiración (carro al que ahora parece que algunos mundanos nunca subieron), la única alternativa planeada hasta la fecha. Este cuarto poder, a cuyo control se someten los partidos políticos para llegar al ciudadano y cuyo compromiso con la verdad disminuye en la misma proporción en que aumentan sus ingresos sin que los consejos de administración se tambaleen sino al contrario, fue dibujando una teoría que empezó a crecer como bola de nieve monte nevado abajo y que acabó lindando el delirio: durante el Gobierno del PP (¡de control y mayoría absoluta!) su servicio secreto, su Guardia Civil y su Policía Nacional –que sólo se dedicaba a detener etarras por entonces, el Juzgado de Instrucción de Guardia de la Audiencia Nacional, y ante los mismísimos bigotes de Aznar, conspiraron junto con la ETA, algún asturiano pero cabrón y unos moros traficantes de hachish para dar un golpe de Estado. ¡Increíble! Insinuarlo sobre doscientos cadáveres y mil quinientos heridos es un atentado contra la más mínima decencia democrática, pero según para quienes todo vale.
Queriendo demostrar tales barbaridades se ha tirado de estupideces como la del ácido bórico o argumentos vomitivos –no hay otro calificativo, como las insinuaciones sobre los hechos de Leganés según las cuales la muerte de un GEO fue un “daño colateral”, en el supuesto más suave.
La derecha política, en su afán autodestructivo, se sube ahora al carro de la búsqueda del autor intelectual. Espero que no se bajen de él, al menos, hasta que lo encuentren. ¿ A qué lo han pillado?
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